29 de noviembre de 2012

Metacognición.

Me gusta esta aventura de ser docente. No tengo la menor idea de si lo hago bien o mal. Yo doy todo de mí, eso sí. Trato de enseñar y entretener. Me jode cuando me sé aburrido. Cuando siento que no puedo hacer simple un tema complicado. Y es que aunque no lo crean explicar la teoría de Jung con solo generalidades no es tan sencillo como parece. Con lo que me gusta la teoría de Jung...


Seguiré preparando mi clase sobre la formación de conceptos y la Metacognición. Adiós.




26 de noviembre de 2012

Vaya mierda.

Me gusta esa expresión: "Vaya mierda". Nunca la he usado oralmente. 

No sé qué más escribir. Vaya mierda.

2 de noviembre de 2012

Inconsistencias

UNO:

Hace algunos días un grupo amigos -empezó como una comunidad pero ahora es más que eso- organizó un concurso de dibujo. Un concurso sencillo con la finalidad de que los miembros y los no-miembros, demuestren su talento; y, sobre todo, compartir una buena mañana. De hecho la pasamos bien, aunque hubo disconformidad por parte de un participante quien no estuvo de acuerdo con la decisión del jurado -de quien yo era parte- y se quejó -pacíficamente- con los organizadores.   
Bastaba que le digan que la decisión del jurado era inapelable y que sus reclamos serían infructuosos, pero no. Los organizadores se dieron el tiempo de explicarle -o repetirle- los criterios de evaluación y mostrarle, en última instancia, sus puntajes. 
Esta molestia pudo ser vista como un acto de piconería y el participante pudo ser calificado como un "mal perdedor", claro. Pero esa sería una visión simplista del asunto. La perspectiva cambia cuando sabes que el participante en cuestión le dedicó muchas horas a su trabajo -como muchos de los otros participantes-, que publicó en algunas ocasiones fotos de sus avances, que le gusta dibujar, y sobre todo: tiene talento (y lo sabe).  
El problema es que a veces nuestro esfuerzo no nos da el resultado que esperamos, pues existen muchas variables implicadas; ajenas a nosotros, a nuestros deseos y expectativas; y eso nos encabrona. Entonces ¿Aquello no hace menos loable nuestro esfuerzo y ni menos plausible el resultado de este? En lo absoluto. El ganar está bien y el ganar siempre es bueno; pero ¿Cómo actuar cuando no obtenemos lo que creíamos ya nuestro?. La vida no se da como en los libros de autoayuda. No como en los libros de Cauthémoc.
Sigo pensando justo el resultado del concurso de dibujo. El primer lugar mereció ese primer lugar, el segundo lugar hizo un excelente trabajo con la luz y la sombra que le proporcionaba al dibujo un fondo tétrico (sabiendo que el tema del concurso era Halloween) y que el tercer lugar hizo un estupendo dibujo, plagado de detalles; y por eso solo un punto lo separo del segundo lugar. 

DOS:

Postulé a Enseña Perú, una ONG que tiene como objetivo llevar a jóvenes profesionales a zonas urbano-marginales y rurales del país para que trabajen, durante dos años, como profesores a tiempo completo. La iniciativa me pareció fascinante e hice mi postulación virtual. Cuando estaba en Lima me llamaron para una entrevista en Cajamarca, a la cual asistí emocionado. Me fue bien en aquella entrevista. Tres semanas después me citaron para una nueva entrevista, esta vez en la ciudad de Lima. Me entrevistaron finalmente vía Skype -el mismo día que Perú jugaba contra Bolivia- los directivos de la ONG. Me sentí a gusto con mi rendimiento en la nueva entrevista; solo me quedaba esperar mi entrevista final. Esta fue el mismo día que Perú jugaba con Paraguay. Fue una entrevista psicológica simple, puntual y corta. Terminé con una sensación de satisfacción y con la certeza de que el trabajo era mío. 
Me equivoqué. No me dieron el trabajo. Hace una semana recibí el correo que empezaba con:

"Muchas gracias por tu interés en EnseñaPerú, por el tiempo y esfuerzo que dedicaste a esta postulación."
No necesite leer nada más para saber que no había aplicado. Que algo me falto. Que estuve a punto. Pero nada más. Terminé de leer el correo por inercia, intentando imaginarme a la persona que redactó este mensaje y el tiempo que le tomó elaborarlo. Pues para dar malas noticias hay que ser casi un artista. 
"¿Cómo te sientes?", me preguntó una amiga al día siguiente. "En realidad no me he detenido a pensar en ello", le respondí sinceramente. No tuve tiempo de pensarlo. De sentirlo. Ya, posteriormente, en mi casa, me di cuenta que estaba sorprendido, creí que aplicaría, que el trabajo era mío, que podía hacer el cambio enseñando a niños en Cajamarca. Me di cuenta que, además, que esta sorpresa consumió por completo la tristeza. Me dejo como embotado.

Sé que han elegido a gente muy buena y que ellos ayudarán a muchos niños. Me alegra saber que estos niños tendrán buenos profesores, que los motivarán e inspirarán. Creo que eso también suprimió la tristeza, pues aunque suelo ser un puto egoísta, este caso en particular no se trata de mí, aquí yo no importo del todo, quienes importan son ellos: los niños.
Y no, esto no es una racionalización.

TRES:

Una vez me dijeron que yo podía escribir bien si ponía de mi parte: Dedicación, dedicación, dedicación. 
En lo personal, creo que con conocimientos avanzados en gramática, redacción general y de técnica narrativa. Además de  dejar mi sedentarismo para acumular experiencias personales y dejar de lado la pereza para leer muchos más libros mensuales y para ajustarme a una rigurosa práctica de todos los conocimientos adquiridos; podría escribir textos más o menos estructurados y digeribles.
El problema es justamente que ahora leo mucho menos, practico mucho menos, salgo mucho menos y a veces me gana la pereza. 
El problema es la gran inconsistencia entre mis deseos y mis actos. La cuestión es que en este aspecto particular si temo perder.