15 de diciembre de 2011

Predecible.

Cogió el celula­­­r queriendo expresarle toda su molestia, su indignación, su rechazo. A ese hombre que una vez quiso mucho y que ahora, aunque intento ser su amiga, solo le daba sinsabores. Habían discutido días antes y ahora, tras verse, él había tenido una actitud… muy suya.

“Eres un idiota”, atinó a escribirle en un mensaje de texto. Tres palabras que englobaban todo lo que sentía y pensaba de él. Un idiota. Más palabras, mayores insultos, eran innecesarios.Ante todo una lady-pensó- no hay necesidad de más.

Ya él se romperá el cerebro buscando explicaciones, lamentándose como él sabe hacerlo. Ya él sabrá a lo que me refiero y verá si reflexiona sobre su conducta o sigue en lo mismo. Es su problema. Él es el idiota. Me llamará, lo sé- reflexionaba- y no le contestaré, pues sé que buscará una explicación (aunque la conoce) del porqué del mensaje. Al no contestarle me mandará un mensaje de voz, típico en él. Se desesperará. Se preguntará (aunque ya lo sabe) qué ha hecho y eso lo pondrá a repasar las acciones del día. Cuando caiga en cuenta de la magnitud de su error me escribirá algo, como suele hacerlo. Hoy o mañana. Así será.

Su celular empezó a sonar. No le contestó. Le llegó un mensaje de voz. No lo oyó. Estaba molesta. Al otro día, al revisar su mail, tenía un nuevo correo de él. Lo eliminó.

Es un idiota –pensó-. Un idiota predecible. Es más, seguro que ahora escribirá algo en su blog...

8 de diciembre de 2011

Fiebre

Creo que la peor combinación es enfermedad y soledad. Recuerdo hace cuatro años me enfermé estando solo, mi familia había viajado y yo me había quedado en casa cuidando a Juguete, mi perro. Una infección al colon me llevó a la cama con 40 grados de fiebre, una sensación de pesadez y escalofríos que me hicieron tiritar toda la noche. Nunca me sentí tan indefenso como en esa noche, recuerdo -y siempre lo comento- que decía entre susurros: "Voy a morir, voy a morir". Una exageración, ya lo creo, pero realmente lo sentía, me sentía desfallecer. Mi familia llegaría exactamente a las 7 de la mañana. Conté las horas. No. Conté los minutos. Fue una noche de insomnio y disvareos.

He sido un niño enfermizo, mi cantidad de glóbulos blancos era reducida y me enfermaba con una facilidad que debería estar registrada en el libro de records. Mi madre me cuidaba mucho, ya que la fiebre no se estaba quieta hasta llegar a los 40 grados. He convulsionado un par de veces, también. Eso me hizo temerle a la fiebre, y al sentir calentura me hace recurrir a un festín de pastillas para prevenir que esta suba. Le temo a la fiebre como a las ganas de vomitar.

Tres días con fiebre y los tres días la he pasado solo. Preparando mis sopitas, mis bebidas y dando vuelta al sentir que la fiebre no bajaba tras un minuto de haberme pepeado.

Dicen que los hombres somos insoportables cuando nos enfermamos, quizás sea verdad. Y es que, quién no quiere que lo atiendan y lo mimen cuando está enfermo. Saber de alguien que se precupe por tí, que vea que si ya tomaste tu medicina, que te pregunte cómo estas, cómo va esa enfermedad. Dicen que los hombres preferimos a nuestras madres. Yo solo busco alguien que me compre la medicina y que me pregunte cómo estoy. Me gusta preparame mi propia sopa y mis propias infusiones (aunque bueno, si quieres hacerlo tú, no me resisto). No me gusta incomodar.

Hoy me llamaron mis padres, preocupados. Mi amigo de la infancia me llamó y me dijo que con "un par de chelitas se me quitaba esa pendejada"; también me llamó mi amiga, preguntándome en tono burlón cómo estaba (a pesar de todo, aún me tiene cierta estima). Es reconfortable saber que aunque a pocos, les preocupa tu estado.

Bueno, aún tengo fiebre. Tengo miedo que suba, por lo cual me tomaré un par de pastillas más antes de dormir. Ahora iré a calentar mi sopa de pollo del almuerzo, a preparame un té con limón y a ver "Encantada", esa película de Disney, donde Amy Adams sale hermosísima.

No hay peor combinación que enfermedad y soledad.

1 de diciembre de 2011

Una vez más...

Terminó esa cuenta regresiva que solo aparecía en mi cabeza, donde los días se hacían extraños sin tener un lugar al cual llegar. Es extraño ¿saben? Me acostumbré al confort de una rutina establecida por más de 2 años, antes de que eventos maravillosos sucedan y que un gran cambio se de en mí.

Hace meses ya el cambio se volvió a dar y poco a poco he ido cerrando gestales y dejando de caminar en círculos. Dejando la demagogia y reemplazándola con la acción, pues, curioso, es más fácil decir que hacer y, más curioso aún, es ayudar a otros a hacer, que hacer unos mismos. Reemplacemos 'curioso' por 'típico'.

No puedo dejar de exponer mis pensamientos a una hoja de papel, a un documento de word o cualquier lugar donde los pueda materializar en palabra escrita. Me parecen más digeribles y es por ello que caí nuevamente en este universo de la escritura y la publicación; quizás tratando de darme esa importancia de la que carezco pero que reafirma mi narcisismo o un afán histriónico que algunos juran que existe por allí; claro, que esos algunos siempre son mandados al carajo, pero quizás tengan razón.

Y hoy, una mañana de domingo, antes de rendir un exámen virtual y de perder mi tiempo, como solo yo lo sé hacer, dejo estas líneas para probarme que aún sé como hacerlo. Y creo que lo recuerdo muy bien: presiono con cuatro dedos (sí, solo escribo con 4 dedos) una tecla tras otra y formo palabras. Sencillo. Luego viene la edición y la publicación. Lo compartiré en redes sociales, nadie lo leerá y seguiré publicando una y otra vez. Luego me entusiasmaré y crearé más blogs, los cuales no podré alimentar pues la emoción se desvanece con la misma facilidad con la que llega. Así es.

Ahora, mañana de domingo, con un extrañísimo clima perfecto, en esta ciudad del norte peruano, que se caracteriza por tener un sol abrasador y un calor infernal (el cual detesto sobremanera), doy inicio, una vez más, a este ejercicio de escribir en un rinconcito virtual, vaya usted a saber cuanto durará, pero lo que dure lo disfrutaré, pues, aunque me queje y me queje, se me antoja divertido exponer mis pensamientos en una hoja de papel, en un documento de word o en cualquier lugar, que como en este, pueda materializar las sandeces que ocurren en mi cabeza.

Bienvenidos.