5 de febrero de 2012

Sobre epifanías y mentes cuadriculadas

Sheldon Cooper, el neurótico protagonista de The Big Bang Theory, intentó hacer un algoritmo de la amistad, una manera de mecanizar y estandarizar las relaciones; buscando un mapa infalible, que nos acerque, sin problema alguno, a la persona que deseemos conocer. Y menciono esto no porque confundo la ficción con la realidad, que una situación sacada de un sit-com sea motivo de una reflexión filosófica o psicológica. Por ahí no va la cosa. Lo gracioso de está situación es que establecer un algoritmo o tratar de mecanizar las relaciones es imposible, existen un sinfín de variables a tener en cuenta. Es así que los pensamientos lógicos y cuadriculados para relacionarse con los demás, son tan inútiles como usar un paraguas en una caída libre.

Ayer tuve una epifanía, de esas que te vienen de porrazo, que se te meten a la cabeza sin previo aviso, sin tener la más mínima idea de cómo llegaste a esa conclusión o pensamiento. ¡Pum! Te ataca y luego lo ves todo tan claro. Y es esa clarividencia, es el saber a ciencia cierta, con lujo de detalles, qué está mal, lo que te hace entrar en crisis, aquella crisis que te viene de cuando en cuando, porque te das cuenta que la lógica con que miras el mundo es tan ilógica, absurda y hasta patética. Maldita clarividencia, que te hace mirar hacia dentro y hacia fuera; que te lleva al incomodo pero necesario momento en que empiezas a cuestionarte tus principios; al jodido momento en que debes bajar esos mecanismos tontos, esos escudos bonitos que te pintan una realidad perfecta y que esconde una tempestad de ideas y creencias. Bendita clarividencia, que te conmina a dejar la serena orilla para introducirte en las tormentosas aguas de un río desbordado. Es una buena analogía, ya lo creo. Pues así me sentí ayer tras mi inesperada revelación. Sentí que la deliciosa visión tubular desapareció para dar pase a la verdadera visión, Visión, así con mayúscula, que te permite ver todo el panorama y no solo que te resulta bonito.
Ninguna relación se debe basar en la fría lógica, en probabilidades y en explicaciones científicas. Esas son intelectualizaciones de un Yo temeroso, temeroso de sí mismo, de desbordarse, quizás. Como leí alguna vez "Solo se tiene miedo cuando se está en disensión consigo mismo".
Tuvieron que pasar muchas cosas para que llegue a este estado. No debí, por ejemplo, dejar de visitar a mis amigos bajo la premisa de que "Tiene que existir una razón justificable y -haciendo una medición subjetiva- imperiosa de hacerlo". No debí empezar las relaciones bajo la premisa de que "todo termina, y esa relación también acabará". Mi epifanía fue esta: No puedo ir jugando a la maqueta con mis relaciones. Estas no lo son. Son el original de una obra realmente buena. Una de la que se tiene una vaga noción, una en la que se improvisa, se vive, no se calcula, pues no es una competencia, es una alianza. No son el borrador de algo, son la obra misma.
No diré que me dí cuenta tarde. Pero sí diré que en este aprendizaje que implica vivir, muchas veces te gustaría retroceder un poco, para soplarte al oído en ese momento crucial, para explicarle a tu yo del pasado que, aunque crea que lo está haciendo bien, lo puede hacer mejor, solo necesita liberarse, darse una oportunidad y dejarse de hacer el tonto.

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