6 de septiembre de 2012

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UNO:
Recuerdo la última vez que la vi. Que la vi a Ella. Luego adquirió nuevamente su nombre un tono monótono. El silencio se interpuso entre los dos. Ella desapareció y se convirtió en un jovencita bonita que vivía a quince minutos de mi casa. Las bancas de los parques volvieron a ser simplemente bancas y las cartas que una vez nos escribimos se convirtieron en papeles con grafías. Nada más. 

DOS:
Yo deje de ser aquel que fui y volví a ser yo menos tú. Así de sencillo. Tus manos volvieron a ser tus manos. Tu nombre solamente tuyo. Te convertiste en aquella chica guapa que vivía a pocos minutos de mi casa.
Recuerdo aquel momento. En una banca. Yo sentado y tu apoyada en mi regazo. Llorabas por la incertidumbre del futuro, no conmigo, no había futuro conmigo. Yo soy una persona de presente. No puedo pensar en el mañana, ni en cuanto tiempo puede durar algo. Recuerdo que te aconsejé como suelo aconsejar a aquellas personas que pasan a consulta. Que trato de ayudar y que luego no volveré a ver más. Así. Sabía que ya no te vería. Que la próxima vez que nos cruzáramos, aquellas códigos que teníamos se convertirían en frases simplonas. Que el beso en la mejilla nos sentaría como zapato en el pie equivocado y que la palabra amigo, a pesar del cariño y la confianza extinta, nos quedaría grande.
Es que nunca estuvimos sincronizados. Cuando estuviste dispuesta a dar todo, yo ya lo había estado. Cuando yo lo estuve, tú ya habías quemado esa etapa. Y cuando ambos estuvimos preparados... estábamos con otros.


TRES:
Las cosas son sencillas. Lo emocional siempre gana. Complicar las cosas quizás las hace interesantes, hace la vida menos aburrida, me da material para escribir y escribir me hace feliz.

1 comentario:

Unknown dijo...

Tu materia prima. Buen post. Me sentí identificado.