20 de diciembre de 2012

Estrella fugaz

UNO:
Cuando no tengo material para escribir escribo sobre no tener material para escribir. Cuando me gusta una chica o cuando la chica que me gusta se ha convertido en mi chica, o en su defecto nunca me hizo caso; escribo sobre la chica en cuestión. Cuando me siento mal, escribo sobre el sentirse mal. Y cuando quiero burlarme de algo, despotrico contra ese algo sin compasión. Soy muy reactivo, me he dado cuenta. No puedo desligar mi poca capacidad de escribir de mis experiencias vitales. Y como estas son cada vez menos, menos escribo, menos disfruto.
Puedo escribir historias de otros ¿Por qué no?

DOS:

-¿Por qué insistentemente regresas a ella? --le increpé a mi amigo --Y no regresas a ella físicamente, regresas a su recuerdo, a un contacto virtual, a un trato cibernético que se me antoja patético.
-Tú qué sabes, mierda.

TRES:
Hola, Estrella.
Me haces mal. Muy mal. No se lo digas a nadie. Será nuestro secreto.

CUATRO:
-¿Estás? Me he puesto a pensar sobre nosotros.
-No hay nosotros. 
-Si. No encuentro un mejor pronombre. Yo. Tú. El. Ella.
-¿Ah?
-Nada. Me haces mal y me haces bien. Vaya mierda ¿no?
-¿Estás borracho?
-Te estoy contando un epifanía, joder. Concéntrate.
-Oye, ya es tarde y me es incómodo hablar de esto.
-Chau.

CINCO:
Hola, man.
Tengo una teoría: Sin ella no siento. He ahí la explicación. Sentirme miserable es mejor que no sentir nada. ¿Contento?

SEIS:
-Hola.
-¿Estás?
-La señorita se sobra.

SIETE:
-Hola, amiga.
-¿Hola?
-¿Este mes tampoco?

OCHO:
-Hey!
-¿Estás? ¿No?
-Entiendo. Un gusto. Cuidate. Un abrazo. 

NUEVE:
-Hey, Noé.
-¿Dime? -respondí el mensaje instantaneo.
-Unas chelas. Vikingo.
-En media hora, pe'.
-Ya. Media hora.

DIEZ: 
Nos encontramos en el bar media hora después. Mi amigo estaba ocupaba la mesa más cercana al televisor. La oscuridad de ese espacio era solo combatida con la luz de un pequeño foco sujeto a la pared. Bebía una cerveza de trigo. Pedí una para mí y charlamos de fútbol. Él tenía momentos de ensimismamiento. Yo aprovechaba para revisar el twitter. La quinta cerveza se estaba consumiendo cuando él se puso de pie, extrajo de su bolsillo un billete de cincuenta soles y lo puso sobre la mesa. "Yo pago", me dijo. Acepté sin chistar. Extrajo, inmediatamente, su celular del mismo bolsillo; lo miró por un par de segundos y lo arrojó con furia en la pared más próxima, en la cual el pequeño artefacto -un bonito Galaxy mini- se hizo añicos. 
-Se terminó- me dijo, sosegado. -¿Todavía está tu amiga disponible?
-No sé- le contesté - Averiguaré.

Los mozos nos pidieron que abandonásemos el local. Mi amigo dejó un billete de veinte soles encima de los cincuenta. "Disculpe el show", les dijo. Salimos del local sin mirar hacia atrás, sin prestar atención al reclamo de un trabajador del local. 

-Necesitarás un nuevo celular, huevón.
- Ahora no. El otro mes. Quiero estar incomunicado. De todos. Especialmente de Estrella.
-Entiendo- le dije. Y nunca más la volvimos a mencionar.

Estrella Fugaz